Madres entregan a sus propios hijos—y Estados Unidos aplaude

Aplaudidas por desconocidos pero marcadas como traidoras por su propia sangre, estas mujeres viven con el tormento de saber que sus decisiones pudieron haber salvado vidas y, al mismo tiempo, destrozado familias. Y aun entre lágrimas, muchas insisten en que lo volverían a hacer, una y otra vez…

Es el tipo de titular que cuesta creer, y sin embargo sucede en todo el país. Madres, agotadas por noches sin dormir y plegarias silenciosas, entran a las comisarías con las manos temblorosas y hacen lo impensable: entregan a sus propios hijos.

Toma el caso de Ángela, en Ohio. Ella describió el momento como «tener un cuchillo clavado en el corazón». Cuando su hijo de 19 años, en un arranque nocturno de culpa, confesó que había participado en un robo con amigos, ella sintió dos fuerzas contrapuestas: el instinto materno de proteger y el deber moral de hacer lo correcto. Eligió lo segundo y llamó a la policía antes del amanecer. Para la hora del desayuno, su hijo estaba esposado.

Ángela no está sola. En estados como Pensilvania, Texas y Michigan, otras madres se han encontrado en cruces parecidos. Una mujer descubrió a su hijo escondiendo un arma en el clóset tras una racha de tiroteos en el barrio. Otra sorprendió a su adolescente presumiendo en línea de las drogas que vendía en la escuela. No las movían la política ni la presión mediática: las guiaba un sentido crudo de responsabilidad, la convicción de que proteger a sus hijos podría sólo abrir la puerta a algo peor.

La reacción pública ha sido abrumadora. En vez de desprecio, muchas de estas mujeres han recibido elogios y las han llamado heroínas. Los hilos de comentarios se desbordan en aplausos:Eso sí es crianza de verdad. Seguramente le salvó la vida.Otros confiesan que no saben si alguna vez encontrarían esa fuerza. Sin embargo, detrás de los aplausos hay una pregunta inquietante: ¿qué tipo de sociedad obliga a una madre a elegir entre su propio hijo y el bien común?