Si Tienes Esta Planta En Casa, Tienes Un Tesoro… (2 of 2)

No podía sacarme la idea de la cabeza: ¿mi abuela siempre lo supo? Nunca hablaba en términos científicos, pero protegía esa planta como si fuera de la familia. Si se le rompía una hoja, la prensaba y la guardaba en un cuadernito, como si archivara la historia. De niño pensé que era superstición. Ahora veo que era pura devoción.

El verdadero sobresalto llegó una semana después: un desconocido dejó una nota bajo mi puerta. Sin firma. Solo una línea garabateada:Si estás listo para vender, di tu precio.Se me apretó el pecho. ¿Cómo se enteraron siquiera? Recordé la mirada de mi vecina, inquieta y huidiza al ver la planta. Cerré las cortinas.

De pronto empecé a ver aloe por todas partes: estantes de geles en las farmacias, fotos brillantes en revistas de salud, anuncios de belleza prometiendo juventud eterna. Y aun así, nada se sentía tan real como ese ser vivo en mi cocina, con hojas que se abrían más cada día y raíces que se aferraban con fuerza, como si guardaran un secreto.

Me encontré de pie frente a ella a medianoche, la mano recorriendo su superficie fría. ¿Era realmente solo una planta? ¿O era, de algún modo extraño, el último mensaje que mi abuela me dejó —un recordatorio de que a veces el tesoro no reluce. A veces crece en silencio, justo bajo tu nariz, esperando el momento en que por fin entiendes su valor.

Si tienes esta planta en casa, mírala otra vez. No permitas que su aspecto común te engañe. Lo que guarda en su interior lo han llamado curativo, fortuna, incluso sagrado. Y si empiezan a aparecer desconocidos haciendo preguntas… puede que te des cuenta demasiado tarde de que lo que creías un adorno era, en realidad, un tesoro por el que la gente está dispuesta a pelear…