Los soldados se burlaron de ella… hasta que el general reveló la verdad que los dejó avergonzados

El comedor estalló en risas crueles mientras los jóvenes soldados se burlaban de la chica. Ella se quedó tiesa, la bandeja temblando entre sus manos, y las burlas cortaban más hondo que el acero. Entonces, la puerta se azotó. Entró el general Harlan, con las botas tronando como ráfagas de fusil, y el silencio cayó de golpe. Se plantó frente a ella, el rostro duro como piedra, la voz tajante como un trueno. Los soldados se encogieron bajo su mirada mientras se preparaba para revelar la verdad terrible del pasado de la chica, una verdad que dejaría a todos los hombres del comedor…

El comedor resonaba con una risa de esas que cortan más que cualquier cuchillo. Una muchacha, de no más de diecinueve, sostenía una bandeja con comida a la que ni ganas le tenía. Llevaba las mangas del uniforme arremangadas apenas por encima de las muñecas, y líneas dentadas de cicatrices le cruzaban la piel como relámpagos.

“Cuidado,” soltó un soldado, su voz rezumando crueldad. “No vaya a ser que te arañe.”

Otro esbozó una sonrisa y le dio un codazo a su amigo. “Seguro se las ganó huyendo de una pelea. Como era de esperarse.”