Pensé que solo era una adolescente tímida — Luego el video del baño reveló la oscura verdad

Durante semanas me repetí que la rareza de mi hija no hacía daño: que solo quería privacidad. Todas las noches se llevaba la cena al baño, echaba llave y aseguraba que estaba bien. Al principio lo dejé pasar como cosa de adolescentes. Pero el instinto me decía otra cosa. Una noche, a la desesperada, instalé una camarita en el pasillo. Al día siguiente vi el video con el corazón en la garganta…

Cuando crías a un niño, crees que sabes de memoria sus manías: su risa, sus lágrimas, cómo se agita cuando los nervios le ganan. Por eso la nueva rutina de mi hija me taladraba. Cada tarde, apenas la cena tocaba la mesa, se disculpaba, tomaba el plato y se encerraba en el baño.

Al principio lo tomé a la ligera. Trece es una edad rara; quizá solo no quería que la miraran mientras comía. Pero empecé a notar que de su plato casi no desaparecía comida. Las mejillas se le hundían, los jeans le quedaban flojos y evitaba los espejos como si fueran enemigos.

Aun así, no quería saltar a lo peor. Me repetía que los chicos pasan por etapas. Quería creerlo.