Padres encontrados inmóviles en la cama después de la llamada desesperada de su hija — Las perturbadoras pistas esparcidas por la casa te perseguirán (2 of 2)
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Cuanto más hondo miraban los agentes, más raro se volvía todo. En la mesita de noche había frascos: algunos con receta, otros de venta libre, y un frasquito sin etiqueta que no tenía nada que hacer ahí. Abajo, la cocina contaba su propia historia inquietante: contenedores de comida para llevar a medio comer, bebidas aún sudadas por la condensación, la puerta del refrigerador entreabierta como si alguien se hubiera detenido a mitad de un pensamiento y nunca hubiera vuelto. No parecía un accidente. No parecía un suicidio. Pero tampoco parecía un asesinato.
Los vecinos que se juntaron afuera durante la noche no entendían nada. Describían a la familia como tranquila, común, trabajadora. El papá hacía jornadas larguísimas en la construcción. La mamá trabajaba en una clínica. Tenían cuentas como cualquiera, pero no enemigos, no escándalos, nada que insinuara una tragedia así. Sin embargo, mientras los investigadores ahondaban, el misterio se hacía más denso. En el botiquín del baño encontraron más de esos frascos extraños: decenas. Ninguno tenía etiqueta de farmacia, ninguno aparecía en bases de datos y ninguno coincidía con recetas de algún médico de la región.
Al amanecer, todo el vecindario hervía de murmullos. ¿Fue algún envenenamiento raro? ¿Una fuga química del trabajo del papá? ¿Algo que entró de contrabando a la casa y que nadie debía ver? Las autoridades, por su parte, no dieron respuestas. Calificaron las muertes como ‘sospechosas’, prometieron pruebas toxicológicas y nada más. La niña —la misma que marcó al 911 con una valentía mayor que su edad— fue puesta bajo protección; su mundo se vino abajo en el lapso de una sola llamada.
A medida que amanecía y corría la voz, crecía también la inquietud. No era una historia de crimen lejano ni de titulares escandalosos. Era una familia como la tuya, viviendo en una casa como la mía, en un barrio como cualquier otro. Y en una sola noche, sin aviso, todo quedó hecho trizas por algo que nadie podía explicar. Eso es lo que la vuelve aterradora. Porque hasta que salga la verdad, una pregunta helada queda flotando sobre quienes oyeron la historia: si les pasó a ellos, ¿qué impide que nos pase a nosotros?