Agobiado por años de abandono, el rescate de este gato te romperá el corazón (2 of 3)

Una vecina amante de los animales la vio y entendió que no podía simplemente seguir de largo. Con suavidad, alzó a la gatita temblorosa y la colocó en una transportadora; luego corrió al centro de rescate más cercano. Cuando el equipo abrió la transportadora, se quedaron boquiabiertos. “Nunca habíamos visto algo así”, admitió una voluntaria. “No era solo pelo enredado: era como una prisión apretada alrededor de su cuerpo.”

El equipo se puso manos a la obra de inmediato.

Tijeras y rasuradoras zumbaban por horas mientras, con sumo cuidado, iban cortando los nudos endurecidos. Debajo de montones de pelo —casi dos kilos y medio— apareció una gatita frágil, pero aún con ganas de seguir luchando. Su piel estaba adolorida, llena de irritaciones donde los enredos tiraban sin piedad. Pero sus ojos, antes opacos y sin vida, parpadearon con algo frágil aunque innegable: esperanza.

“Nunca nos bufó ni se resistió”, contó una rescatista. “Como si supiera que la estábamos ayudando.”

Cuando el último mechón enmarañado cayó al piso, el cambio fue inmediato. Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, la gata pudo estirar las patas, rascarse esa comezón y, al fin, acostarse cómoda. Los voluntarios la envolvieron en una manta suave, la acariciaron y le ofrecieron una comida calentita. Durante días casi no salió de su camita, agotada por el peso que había cargado.

Pero poco a poco, la vida fue regresando.

Semana tras semana se hacía más fuerte. El pelaje le volvió en parches suaves, le regresó el apetito y sus maullidos, antes tímidos, se convirtieron en pequeños maulliditos llenos de orgullo. La misma gata que casi no se reconocía bajo el peso del abandono ahora paseaba con paso seguro por el pasillo del refugio, restregándose en las piernas de quienes la habían salvado.