Un ave gigante casi arrebata a un niño en Arizona —lo que pasó después dejó conmocionados a los testigos (2 of 3)
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“El ruido de esas alas… no se me va a olvidar jamás”, dijo un testigo. “Era como un helicóptero aterrizando.”
La mamá pegó un grito y se lanzó hacia adelante, justo cuando la criatura enorme se vino en picada, con las garras extendidas. Por un segundo, parecía que el niñito iba a ser levantado por los aires. El cañón se llenó de jadeos cuando el ave gigante pasó tan cerca que sus plumas le rozaron el pelo.
Pero la madre fue más rápida. Alzó a su hijo en brazos y se tiró al suelo, cubriéndolo con su cuerpo. El ave volvió a batir las alas y se elevó, dando vueltas, frustrada, hasta que al final regresó a los acantilados.
Los testigos se quedaron paralizados, sin poder creer lo que acababan de ver. Algunos la describieron como un águila; otros juraron que era un cóndor. Fuera lo que fuera, era descomunal, poderosa y aterradoramente audaz.
“No era solo un pájaro buscando comida”, dijo un excursionista. “Parecía que quería llevárselo. Nunca en mi vida he visto algo así.”
Después, expertos sugirieron que el ave podría haber sido un cóndor de California, uno de los más grandes de Norteamérica. Con envergaduras que llegan hasta los 3 metros, los cóndores suelen curiosear en campamentos y carroñear cerca de la gente. ¿Pero intentar arrebatar a un niño? Eso casi no se ve.
Casi.
Desde hace siglos circulan por el Suroeste historias de aves gigantes —a veces llamadas “thunderbirds” en la tradición de los pueblos nativos—. Relatos de criaturas tan grandes que podrían levantar a un venado del suelo siempre se han descartado como mito. Pero para la familia que vivió esta experiencia aterradora, la leyenda de pronto se siente demasiado real.
En los días siguientes, las fotos del incidente se difundieron en internet y encendieron un debate feroz. ¿De verdad era un cóndor? ¿Podría haber sido un águila descomunal? ¿O ese día apareció en el desierto de Arizona algo mucho más extraño?
Para la madre, aún conmocionada, la discusión importa poco. Lo que recuerda es la ráfaga de aire, el chillido desgarrador sobre su cabeza y el alivio inmenso al darse cuenta de que su hijo estaba a salvo entre sus brazos.
“No me importa lo que haya sido”, dijo. “Lo único que sé es que por poco pierdo a mi bebé.”