¿TÚ pagarías? Mujer lleva a 23 familiares a la primera cita

Entré al restaurante esperando una primera cita sencilla: solo ella y yo, quizá una copa de vino para romper el hielo. Pero en cuanto crucé la puerta, se me fue el alma al piso. La mesa parecía interminable, repleta de primos, tías, tíos—hasta una abuela con un pañuelo de seda que me sonreía como si ya me conociera. Las órdenes iban y venían: cortes, langostas, cócteles, postres. Entonces ella se inclinó, con la voz bajita y dulce, y dijo…

Yo creía que iba a una cita a ciegas normal. Cena para dos, tal vez una copa de vino, las risas incómodas de siempre. En cambio, me topé con una escena que no voy a olvidar: sentados por todo el restaurante había no uno, ni dos, sino veintitrés familiares suyos.

Me quedé helado en la entrada, apretando la hojita de la reservación como si fuera un salvavidas. Ella se levantó y me hizo señas, con una sonrisa dulce, y detrás de ella la mesa se extendía y se extendía: primos, tías, tíos, e incluso lo que parecía una abuela con un pañuelo de seda. Se me vino el mundo encima.

“¡Sorpresa!” dijo, dándome un beso en la mejilla como si estuviéramos celebrando un aniversario. “Espero que no te moleste; pensé que sería divertido que conocieras a todos de una vez.”