Nadie habla de este lado del matrimonio —Hasta que escuchas a tu esposo decir eso (2 of 2)

Hasta que llegó el fin de semana pasado. Estábamos en la cocina; las niñas veían la tele en la sala, y terminé soltándolo todo. Le dije que estaba agotada. Que con dos hijos me bastaba. Que no quería volver a poner mi cuerpo—ni nuestro matrimonio—a otra ronda de noches en vela, pañales y cuentas interminables.

No gritó. Al principio ni discutió. Solo me miró con una frialdad que nunca le había visto y dijo: “Pues si ni siquiera estás dispuesta a intentar por un hijo varón… quizá tenga que reconsiderar este matrimonio.”

Por un instante creí que había oído mal. ¿Divorcio? ¿Por un bebé que tal vez ni siquiera tengamos? ¿Por una criatura que él ni siquiera puede asegurar que sea varón?

Me reí. Una risa corta, áspera. “Estás bromeando.”
Él no se rió. Tenía la mandíbula apretada y la mirada vacía. Ahí se me fue el alma al suelo.

Este hombre que me sostuvo la mano en el parto, que lloró cuando nuestra primera hija soltó su primer grito, ahora me miraba como si lo hubiera defraudado. Como si mi valor como esposa, como compañera, como mujer dependiera por completo de que mi cuerpo pudiera producir un cromosoma Y.

Quise gritarle, Tienes dos hijas que creen que el sol amanece y se oculta contigo. Me tienes a mí. ¿No te basta con eso?Pero se me cerró la garganta. Porque, muy adentro, en el fondo del estómago, empezó a echar raíces un pensamiento aterrador.

¿Y si no alcanza? ¿Y si de verdad lo dice en serio? ¿Y si todo lo que hemos construido juntos—las desveladas, los sacrificios, los años intentando mantener unida a esta familia—se deshace porque no puedo darle eso único que él cree que merece?

Esa noche me quedé en vela, con la casa por fin en silencio, mirando el techo y escuchando la respiración pareja de mi esposo a mi lado. El corazón me latía tan fuerte que juraba que iba a despertarlo. Y por primera vez desde que dijimos “sí, acepto”, me permití pensar… ¿y si de verdad se va, y me quedo con dos niñas preguntándome por qué su papá eligió no quedarse…?