“Nunca beses a los muertos”: La escalofriante advertencia del doctor deja a las familias conmocionadas

Un beso de despedida en pleno duelo puede sentirse como el adiós más natural, pero médicos advierten que podría traer consecuencias escalofriantes. Una viuda en Ohio lo aprendió por las malas al inclinarse para pegar sus labios a la mejilla de su esposo, desesperada por tenerlo cerca una última vez. Días después terminó en la sala de urgencias, con su organismo desbordado y los médicos…

Pocas experiencias duelen tanto como el último adiós a alguien que amamos. La habitación pesa en silencio, el aire se vuelve inmóvil y el corazón busca un último contacto. Para muchos, el impulso natural es inclinarse y rozar con un beso la frente, la mejilla o incluso los labios. Se siente como un gesto final de ternura, una manera de decir “te amo” cuando ya no hay palabras. Pero hoy, médicos advierten que ese acto profundamente humano puede traer consecuencias que ninguna familia en duelo imagina.

El Dr. Harold Kent, patólogo con más de tres décadas de trabajo en morgues, ha visto esos riesgos de cerca. Explica que el cuerpo empieza a cambiar casi de inmediato tras la muerte. Lo que por fuera parece paz no refleja lo que ocurre por dentro. Los fluidos ascienden, las bacterias se multiplican y los microorganismos que antes estaban contenidos de pronto se dispersan. Aunque las funerarias limpian y preparan, esa primera ventana cruda después del fallecimiento puede ser peligrosa para quien se acerque demasiado. “Desinfectamos y hacemos lo mejor posible”, dijo Kent, “pero nadie puede detener el proceso natural. Las familias que besan o tocan piel expuesta justo después de la muerte pueden estar exponiéndose a bacterias, virus y partículas en el aire que no ven”.

Una viuda en Ohio lo vivió de la forma más dura. Cuando su esposo murió inesperadamente en casa, recostó la cabeza sobre su pecho y besó su mejilla, deseando, más que nada, sentirse cerca de él por última vez. A los pocos días, estaba en urgencias luchando contra una infección respiratoria grave. Los médicos le dijeron que, por el momento en que apareció, era casi seguro que la contrajo en esos últimos instantes de contacto. “Ella creyó que se aferraba al amor”, explicó Kent, “pero su cuerpo también estaba respirando todo lo que el de él liberaba”.