Tuvimos trillizos — y ahora estamos pensando en dar en adopción a uno (2 of 2)
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Hay noches en las que me descubro mirándolo fijamente. Antes era tan paciente, tan sereno. Ahora veo cómo se le tensan los hombros cuando los tres se ponen a llorar al mismo tiempo. Le noto el pánico en los ojos. Y sé que él ve lo mismo en los míos.
Nos susurramos en la oscuridad; las palabras se nos escapan como confesiones.“¿Y si no podemos con esto? ¿Y si es demasiado? ¿Y si… diéramos a uno de ellos en adopción?”
Escribirlo siquiera me hace sentir un monstruo. ¿Quién piensa algo así? ¿Quién tiene a su bebé en brazos, cuenta esos deditos diminutos de manos y pies, y luego se pregunta si debería entregárselo a alguien más?
Pero cuando las cuentas se acumulan, cuando ceno galletas con mantequilla de maní porque ya no nos alcanza para pedir a domicilio, cuando me sorprendo molesta por el llanto de mis propios hijos… me pregunto si el amor de verdad basta.
La verdad es que tengo miedo. Miedo de que, en el intento de darles todo a los tres, termine no dándoles nada. Miedo de que, por querer ser la madre perfecta, esté fallando en ser madre, así de simple.
En las redes no te cuentan esta parte. No te hablan de la culpa que te carcome cuando imaginas a uno de tus bebés creciendo en los brazos de otra mujer. No te dicen lo feo que se siente querer menos de algo por lo que tantas darían lo que fuera.
Y aun así, aquí estoy, meciendo a un bebé en la orilla de la cama, oyendo a los otros dos llorar, viendo a mi esposo presionarse las palmas contra los ojos como si fuera a romperse. El corazón se me parte en tres direcciones a la vez y, aun así, siento que me ahogo.
Tal vez esta sea mi confesión, cruda y sin adornos: tuvimos trillizos… y ahora nos preguntamos si amar significa dejar ir a uno. Porque anoche, mientras los llantos subían de volumen y el calentador de biberones volvió a pitar, miré la carita diminuta en mis brazos y pensé lo impensable.
¿Y si lo más compasivo que podría hacer… fuera decir adiós?