Hombre cree que encontró un nido de “avispones’” en el desván – Se pone pálido cuando se da cuenta de lo que hay dentro

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Pensó que eran solo avispones — ese zumbido bajo y persistente que venía del desván ya había pasado antes. Seguramente un avispero. Nada que un rociado rápido no pudiera arreglar. Pero cuando subió, con la linterna temblándole en la mano, lo que vio lo hizo trastabillar. No era un avispero. Era un bulto: envuelto en sábanas manchadas, fuertemente atado y encajado entre las vigas, como si alguien se hubiera asegurado de que quedara oculto. El corazón le golpeaba el pecho. El zumbido crecía — no venía de insectos, sino de adentro de su cabeza. Estiró la mano hacia la tela, tiró… y se quedó helado de horror…
Era un martes como cualquier otro en los suburbios de Kentucky cuando Dave Whitaker, de 54 años, oyó un zumbido tenue sobre su cabeza. Pensó que eran avispones, nada raro para esta época del año. El desván de su casa estilo rancho siempre había sido un imán para avispas y abejas en verano. Así que, cuando el zumbido grave y monótono volvió por tercer día seguido, Dave por fin agarró una linterna, un suéter raído y se subió por la escalera que crujía.
Creyó que estaría de ida y vuelta en cinco minutos. Rociar el avispero y listo.
No esperaba caer hacia atrás desde el tercer peldaño, casi desmayándose por lo que vio.
“Pensé que estaba viendo un avispero”, recordó Dave, aún visiblemente sacudido. “Pero miré más de cerca… y me di cuenta de que era de tela.”
Con el corazón desbocado, Dave se sostuvo y volvió a subir. El zumbido era más fuerte ahora—no venía de insectos, sino de sus propios oídos. Corrió la tela despacio, medio esperando que algo se le viniera encima.
Lo que encontró fue mucho peor.
“Había un par de zapatos. De bebé,” dijo en voz baja. “Envueltos en las sábanas. Con una muñeca de plástico y una foto. En blanco y negro. Una niña. No sé quién era.”
Dentro del bulto también había varias páginas de notas escritas a mano—medio arrugadas, fechadas en 1962. Una de ellas decía simplemente: “Tenía que protegerla.”
Llamaron a las autoridades de inmediato.
La policía llegó y de inmediato acordonó el lugar. La casa, construida a finales de los cincuenta, llevaba apenas tres años a nombre de Dave: la compró tras la muerte de la dueña anterior, una viuda anciana, en una residencia para adultos mayores. Los archivos indicaban que el esposo de ella se esfumó en 1971, en circunstancias extrañas.
El desván jamás había sido inspeccionado a fondo.
‘No estamos descartando nada’, dijo a la prensa un oficial local. ‘Lo más inquietante es que esto no fue un olvido. Fue ocultado. Metido detrás de los paneles, envuelto con un cuidado meticuloso. No era alguien guardando recuerdos. Era un secreto.’
Los equipos forenses ya analizan el material. La muñeca parece hecha a mano. La foto no tiene marcas. Los zapatos son talla 2, gastados casi hasta la suela. Las notas —escritas con una letra finita, casi de araña— son, con suerte, crípticas: mencionan ‘esconderme de él’, ‘el desván mira’ y cierran con una línea escalofriante:
‘Si alguien encuentra esto, perdón.’
Dave, que ahora se queda en casa de su hermana, dice que desde entonces no ha pegado un ojo.
—Subí pensando que iba a tratar con bichos —dijo—. Lo que encontré… no me deja en paz. No sé qué pasó en esta casa. Siento que me metí en la pesadilla de alguien.
La investigación sigue en curso y, hasta ahora, ningún familiar se ha presentado para reclamar los objetos ni identificar al niño de la foto. ¿Y el ático? Ahora está sellado. ¿Y el zumbido? Dave jura que todavía lo escucha, incluso cuando está a kilómetros de distancia.