La desorganización y la falta de planificación son rasgos distintivos de las personas perezosas. Por eso no logran priorizar, se distraen con facilidad y suelen invertir demasiado tiempo en actividades poco relevantes. Una mala gestión del tiempo termina en carreras de último minuto, entregas que no llegan y resultados mediocres, incluso cuando alcanzan a entregar a tiempo. Aunque podrían aplicar mejores estrategias si quisieran—como trabajar en sus horas de mayor enfoque o dividir el día en bloques manejables—no ven la necesidad de hacerlo. Además, les cuesta equilibrar trabajo y descanso, lo que reduce todavía más su productividad general.