Las personas perezosas tienden a esquivar tomar la iniciativa en todas las áreas de su vida —en el trabajo, con sus amistades o en su día a día—. Prefieren quedarse como espectadoras pasivas antes que dar la cara. Sin ambición de lograr ni de superarse, dependen de que otros hagan el esfuerzo mientras ellas se ven, por fuera, tranquilas al margen.
3. Rendirse a la primera
Las personas perezosas no se caracterizan precisamente por su constancia. De hecho, son las primeras en abandonar proyectos u objetivos ante la primera señal de dificultad. En vez de perseverar, se retiran apenas algo les resulta incómodo. Esto no quiere decir que soltar siempre sea malo; de hecho, puede ser saludable dejar ir hábitos o relaciones que no ayudan. El problema es que la gente perezosa renuncia no porque sea lo correcto, sino para evitar esforzarse. Esa tendencia les impide aprender resiliencia o alcanzar logros con verdadero sentido.
